"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
TODO
Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.
Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.
Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!
Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.
Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...
Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.
Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.
En el siglo I, sobre
todo en las décadas en las que se escribieron los evangelios, ocurrieron cosas
parecidas. Un terremoto en Asia Menor que destruyó doce ciudades en una sola noche (año 61). Otro terremoto en
Pompeya y Herculano (año 63). Incendio de Roma (año 64). Rebelión de los judíos
contra Roma, guerra que durará hasta el año 70 y terminará con el incendio de
Jerusalén y de su templo. Nuevo terremoto en Roma (año 68). Guerra civil, con
tres emperadores en un solo año: Otón, Vitelio y Vespasiano (año 69). Erupción
del Vesubio (año 79).
Estos fenómenos provocaron en muchos
sectores cristianos la certeza del
fin del mundo. Y los tres evangelistas sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas)
consideraron fundamental incluir un largo discurso de Jesús a propósito de este
tema. Su idea fundamental es tranquilizar
los ánimos, y consolar anunciando la vuelta de Jesús. Este convencimiento
de que la vuelta de Jesús era inminente recorre todo el Nuevo
Testamento, desde su primer escrito, la carta de Pablo a los Tesalonicenses,
hasta el último, el Apocalipsis, que termina con las palabras: «Ven, Señor Jesús».
El fragmento de Marcos seleccionado para este
domingo se centra en las señales que precederán al fin del
mundo y el momento en el que tendrá lugar, insistiendo en que lo fundamental es
la vuelta de Jesús. Aquí radica el punto débil de las lecturas de hoy. En el
siglo I, algunos cristianos podían estar convencidos de que el fin del mundo y
la vuelta de Jesús eran inminentes. Hoy día, salvo los Testigos de Jehová (y
ellos mismos han tenido que actualizar sus cálculos), nadie lo cree.
Por consiguiente, cabe el peligro de convertir
la homilía en una conferencia sobre la mentalidad cristiana del siglo I a
propósito de las grandes desgracias. Sin embargo, en medio de ese lenguaje
anticuado, las lecturas encierran gran dosis de esperanza y consuelo, muy
necesarias hoy día.
Tres años terribles (169-167
a.C.): el origen del movimiento apocalíptico.
Los años 169-167 a.C.
fueron especialmente duros para los judíos. El 169, Antíoco Epífanes, rey de
Siria, invadió Jerusalén, entró en el templo y robó todos los objetos de valor,
después de verter mucha sangre. El 167, un oficial del fisco enviado por el rey
mata a muchos israelitas, saquea la ciudad, derriba sus casas y la muralla, se
lleva cautivos a las mujeres y los niños,
y se apodera del ganado. Al mismo tiempo, Antíoco, obsesionado por imponer la
cultura griega en todos sus territorios, prohíbe a los judíos
ofrecer sacrificios en el templo, guardar los sábados y las fiestas, y
circuncidar a los niños [como si a nosotros nos prohibieran celebrar la
eucaristía y bautizar a los niños]; y manda contaminar el
templo construyendo altares y capillas idolátricas, y sacrificando en él cerdos
y animales inmundos.
Estos acontecimientos provocaron dos reacciones
muy distintas: una militar, la
rebelión de los Macabeos; otra teológica, la esperanza apocalíptica, que
encontramos reflejada en la 1ª lectura de hoy.
Apocalipsis significa “revelación”, “desvelamiento de algo oculto”. La literatura apocalíptica pretende revelar un secreto escondido, que se refiere al fin del mundo: momento en que sucederá, señales que lo precederán, instauración definitiva del Reino de Dios. Es una literatura de tiempos de opresión, de lucha a muerte por la supervivencia, de búsqueda de consuelo y de unas ideas que den sentido a su vida. La única solución consiste en que Dios intervenga personalmente, ponga fin a este mundo malo presente y dé paso al mundo bueno futuro, el de su reinado.
La respuesta del libro de Daniel
El pequeño fragmento del libro de Daniel recoge algunas de estas ideas. Se anuncia al profeta que habrá un tiempo de angustia como no lo ha habido nunca; pero, al final, se salvará su pueblo, mientras que los malvados serán castigados. Todo esto no puede ocurrir en este mundo, el autor está convencido de que este mundo no tiene remedio. Ocurrirá en el mundo futuro, cuando unos resuciten para ser recompensados y otros para ser castigados. Entre los buenos el autor destaca a los doctos, a los que enseñaron a la multitud la justicia, que brillarán como las estrellas, por toda la eternidad. Con ello deja clara su opción política y religiosa: la solución no está en las armas, como piensan los Macabeos.
Una década fatal (60-70 d.C.)
Además de los datos que hemos indicado al
comienzo, la comunidad cristiana sufre toda clase de problemas. Unos son de
orden externo, provocados por las persecuciones de judíos y paganos: se les
acusa de rebeldes contra Roma, de infanticidio y de orgías durante sus
celebraciones litúrgicas; se representa a Jesús como un crucificado con cabeza
de asno. Otros problemas son de orden interno, provocados por la aparición de
individuos y grupos que se apartan de las verdades aceptadas. La primera carta
de Juan reconoce que “han venido muchos anticristos”, no uno solo (1 Jn 2,18),
y que “salieron de entre nosotros”.
La respuesta del evangelio de Marcos
En este ambiente tan difícil, el evangelio de Marcos también ofrece esperanza y consuelo mediante un largo discurso (capítulo 13). La lectura de este domingo ha seleccionado algunas frases del final del discurso, a propósito de los interrogantes principales de la apocalíptica: las señales del fin del mundo el momento en el que ocurrirá. En medio, la gran novedad: la venida gloriosa del Señor.
Las señales no
acontecen en la tierra, sino en el cielo: el sol se oscurece, la luna no
ilumina, las estrellas caen del cielo. Pero lo que ocurre no provoca el pánico
de la humanidad. Porque la desaparición
del universo antiguo da lugar a la venida gloriosa del Señor y a la salvación
de los elegidos. Indico algunos detalles de interés en estos versículos.
1) A Dios no se lo menciona nunca. Todo se centra, como momento culminante, en la aparición gloriosa de Jesús:
2) De acuerdo con algunos textos apocalípticos judíos, se pone de relieve la salvación de los elegidos. Esto demuestra el carácter optimista del discurso, que no pretende asustar, sino consolar y fomentar la esperanza, aunque no encubre los difíciles momentos por los que atravesará la Iglesia.
3) A diferencia de otros textos apocalípticos,
que conceden gran importancia a la descripción del mundo futuro, aquí no se
hace la menor referencia a ese tema, como si pudiera descentrar la atención de
la figura de Jesús.
El momento del fin
La parte final contiene tres afirmaciones
distintas: 1) vosotros podéis saber cuándo se acerca el fin (parábola de la
higuera); 2) el fin tendrá lugar en vuestra misma generación; 3) el día y la
hora no lo sabe más que Dios Padre.
La segunda es la más problemática. Si se
refiere a la caída de Jerusalén no plantea problema, porque tuvo lugar el año
70. Pero, si se refiere al fin del mundo, no se realizó. A pesar de todo, es
posible que así la interpretasen muchos cristianos, convencidos de que el fin
del mundo era inminente. Así pensó Pablo en los primeros años de su actividad
apostólica.
Pero al lector debe quedarle claro lo que se
dice al final: nadie sabe el día ni
la hora.
Una omisión incomprensible
El discurso no termina
ahí. Añade una exhortación capital: «¡Atención, estad despiertos!». Lo
importante no es discutir o calcular, sino mantener una actitud vigilante,
esperando contra toda esperanza. Los miles de personas que están ayudando de
forma muy sacrificada a las víctimas de Ucrania, Gaza, Líbano, Valencia… nos
enseñan cómo debemos responder a las múltiples tragedias de nuestro mundo.
1. Cuando
celebramos la eucaristía, sabemos que el centro, (previos pasos, saludos,
pedir perdón y enseñanza) es cuando proclamamos: ¡Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor,
Jesús! Luego, rezamos el Padrenuestro con la invocación central
de ¡venga a nosotros tu
reino! Luego, eso es lo que
comemos y agradecemos.
2. ¡Ven, Señor Jesús! Me estremezco. Miro alrededor. en mi mundo y mundo
global y me desanimo (lo cita muy bien Sicre)
3. Miro el programa de Jesús: ¡Convertíos, el reino de Dios
está cerca, creed el evangelio ¡Jesús está en medio de nosotros y
continuamente me está y nos está llamando a una sociedad de paz, amor, justicia,
libertad y verdad…
4. Y analizo, cómo está cada uno de esos puntos…y es para echarse a temblar. Y
ver cómo terminó ese proyecto, esta oferta; en el fracaso total.
5. Y al final, sin embargo, desde la cruz convenció al buen ladrón y al pagano
centurión, y los que salieron dándose golpes de pecho…
6. Y…cambiaron del enfoque de sus vidas (al final,
ver al Dios fiel)
7. Jesús nos está invitando cada día a luchar por extender el reino, aceptar la cruz cada día
y ver el triunfo en el horizonte como recompensa.
8. Total, que estamos invitados a trabajar con esperanza. A pesar del
pesimismo actual. Jesús también lo tuvo: cansancios y agobios… pero aguantó y,
al final, ganó.
9. Esa es nuestra confianza-esperanza, capacidad de lucha y seguridad
10. Ven, Señor, Jesús!
"Ventana abierta"
"Ventana abierta"
TODO PASARÁ, PERO MIS PALABRAS, NO
24 « Mas por esos
días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su
resplandor,
25 las estrellas irán cayendo
del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas.
26 Y entonces verán al
Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria;
27 entonces enviará a los
ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la
tierra hasta el extremo del cielo.
28 « De la higuera
aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas,
sabéis que el verano está cerca.
29 Así también
vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas.
30 Yo os aseguro que
no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
31 El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Mas de aquel día y hora,
nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. (Mc. 13, 24-32)
En este Evangelio, nos
habla Jesús del fin de los tiempos. Y no es
una palabra para atemorizar a nadie y menos para las elucubraciones
de los escépticos o increyentes. Tampoco es motivo para que los fieles analicen
los signos de los tiempos y se aventuren a determinar el día y la hora de
esta Última Venida de Dios a nuestro mundo.
Lo que quiere Jesús, cuándo
habla a sus fieles, es despertar la vigilancia
porque Él vendrá. Lo ha dicho y su Palabra es verdad y no
puede quedar desgastada por el tiempo o el menosprecio de los que no creen y
juzgan todo este lenguaje imposible. Porque “Jesucristo es el mismo
ayer, hoy y siempre”. Él “aparecerá sobre las nubes del
cielo, con gran poder y gloria, y lo acompañarán todos sus ángeles que, a
sus órdenes, reunirán a todos los hombres ante ÉI y pondrá las ovejas
a su derecha y las cabras a su izquierda”. Él, que conoce todos los
corazones, no dejará fuera de su mirada a todos y cada uno de los hombres.
¿Que esto
nos atemoriza? Pues: “ya es tiempo de despertar del sueño, pues
nuestra Salvación está ahora más cerca que cuando empezamos a
creer, pues la noche esta avanzada y ya se acerca el
día; por eso, dejemos a un lado las obras de las tinieblas y pongámonos la
armadura de la luz” (Rom. 13,11-12). Este es un programa de vida para
el que sigue a la Palabra, ya que es Luz en el sendero
de la vida.
Y, también Jesús, nos asegura
que “antes de estos acontecimientos, habrá gran angustia entre todas
las gentes". Sólo nos cubrirá el gozo y la paz en
aquel Día, cuando miremos de frente
al Crucificado, Aquél a quien oramos, suplicamos, alabamos y adoramos
durante toda nuestra vida. Él es la puerta para entrar en la
gloria, pues el Padre sólo reconocerá como hijos,
a aquellos que se han bañado y bebido en la Sangre del Cordero,
su Hijo.
A todos invita, en esta corta
vida, al banquete de su Eucaristía: “¡venid todos, comed sin
pagar el precio de vuestra Redención, porque me hice Hombre
por amor a ti; y, trabajé y crecí y te prediqué la Buena Nueva del Reino y
por fin ¡me entregué en la Cruz a una muerte ignominiosa!”. ¡Y todo porque
te amo y quiero que vivas eternamente conmigo!
¡Oh Señor, mira que mi alma madruga en el deseo de Ti y en la fe en tu Palabra que es mi Vida! ¡Cúbreme con tu Sangre Preciosa y cámbiame en otro hombre, porque en verdad te amo y sé que no puedo competir con un gigante, pero sí puedo darte todo lo que soy y tengo! ¡Escúchame, dame tu paz y tú consuelo para el gran Día! ¡Qué así sea, mi Señor! ¡Amén! ¡Amén!
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DE LOS DIEZ LEPROSOS, SÓLO UN SAMARITANO DA GRACIAS
11 Y sucedió que, de
camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea,
12 y, al entrar en un pueblo,
salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia
13 y, levantando la voz,
dijeron: «¡Jesús, Maestro, ¡ten compasión de nosotros!»
14 Al verlos, les
dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que,
mientras iban, quedaron limpios.
15 Uno de ellos,
viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz;
16 y postrándose rostro en
tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano.
17 Tomó la palabra
Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde
están?
18 ¿No ha habido quien volviera
a dar gloria a Dios sino este extranjero?»
19 Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.» (Lc. 17, 11-19)
Donde va Jesús, allí lleva
consigo la Salvación, la salud. Va a entrar en un pueblo y
de lejos le gritan diez leprosos. Diez hombres proscritos de la
sociedad, cuya compañía y familia es su miseria contagiosa. Pero, al
ver a Jesús que pasa, se despierta en ellos una gran esperanza.
Han oído que Jesús es
el Mesías, el Esperado, el Enviado de Dios que, la Escritura dice
que vendrá a renovar todas las cosas, también a curar todas
las dolencias: el ciego verá, el cojo andará, el sordo oirá y
el leproso quedará limpio: “Jesús, Maestro, ¡ten compasión de
nosotros!” … Y Jesús, les manda a los sacerdotes para que certifiquen
que su piel está totalmente sana.
Su fe y la confianza en
la Palabra del Maestro, les hace obedientes y marchan
hacia el sacerdote. Pero en el camino, vieron con sorpresa y alegría que
estaban curados. Y en el colmo del gozo, se olvidaron de dar gracias al qué
había obrado, bondadosamente, tan inaudito milagro. Pero un extranjero, uno
ajeno al pueblo de Dios, no olvidó a quien así había tenido misericordia
de su desgracia. Y, volviendo sobre sus pasos, a gritos
también, alababa a Dios y se postró rostro en tierra, reconociéndole
su poder divino.
¡Oh, qué gran fuerza tiene el dar gracias a
Dios por todo lo que nos sucede en cada día porque, todo lo que hace es bueno
ya que, Dios, el Bueno, ¡no sabe hacer sino el bien! Muchas veces,
gozamos de las cosas y de los dones y como si,
ofreciéramos “sacrificios de alabanza” a las mismas cosas
cuando, tan sólo tendríamos que fijar los ojos en el Dador
de todo bien. Esa costumbre coloquial en que
decimos: “¡a Dios gracias!”, proviene de ese estar siempre
pendiente de Dios. Ya lo dice el salmo: “como están los ojos de los
esclavos fijos en las manos de sus señores, así están nuestros ojos, en el
Señor, esperando su misericordia” (Sal 122).
Aquí vemos que, los leprosos judíos a
quienes se les pedía un acto de adoración a Jesús, no lo
hicieron. Él, nos asegura que, “hay muchos primeros, (el
pueblo escogido) que, serán últimos y hay últimos, (los
paganos) que, serán primeros”. ¡Qué Jesús, no tenga que
echarnos en cara un día nuestra ingratitud porque siendo elegidos
por Él, no lo adoramos y agradecimos tantos dones con los que nos
adornó y regaló!
¡Qué buen ejercicio
sería Señor el levantarnos por la mañana e ir reconociendo todo
tu amor, en volver a darnos la vida y la alegría de ser hijos
de Dios, y, el que Tú quieras por todos los medios
que, seamos de tus íntimos y estemos habitados por
tu Cuerpo y Sangre! Lo que mejor Jesús nos ha
dado es la Eucaristía y ésta se define como “la acción de
gracias a Dios”, por excelencia. Jesús, es el
mayor Don del Padre a nosotros, sus hijos
adoptivos. Sin tener dentro de nosotros, como Pan
y Vino, al Hijo de Dios, moriríamos de hambre para
siempre: “mi Carne es verdadera comida y mi Sangre, es
verdadera bebida”.
¡Danos siempre Señor de este Pan! ¡Haznos tus muy íntimos! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
"Ventana abierta"
El evangelio del domingo anterior nos dejó en
el templo de Jerusalén. Por delante de Jesús han ido desfilando autoridades
religiosas, fariseos, saduceos, y un escriba que le preguntó por el mandamiento
principal y terminó recibiendo un gran elogio de Jesús. Al parecer, ya no queda
nadie importante a quien presentar. Sin embargo, falta el personaje más
desconcertante: una viuda que no se interesa por Jesús. La primera lectura,
tomada de la historia del profeta Elías, ayuda a entender y valorar la actitud
de esta viuda.
Una viuda generosa y con mucha fe
(1 Reyes 17,10-16)
Se trata de un relato muy sencillo, que
recuerda a las “Florecillas” de San Francisco de Asís. Lo importante no es su
valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.
1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo
antiguo, de estructura patriarcal, las personas más marginadas eran las viudas
y los huérfanos; la muerte del marido o del padre los condenaba en la mayoría
de los casos a la miseria. En nuestro relato, esta situación se ve agravada por
la sequía, hasta el punto de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo
podrán sobrevivir.
2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas
veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta
a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya
es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su
obediencia a lo que le manda Elías.
3. La categoría excepcional de Elías, al que
Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.
Teólogos presumidos y una viuda
generosa (evangelio)
El relato tiene dos partes: la primera denuncia
a los escribas, la segunda alaba a una viuda. Las relaciona la actitud tan
contraria de los protagonistas: mientras los escribas “devoran los bienes de
las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.
¡Cuidado con los escribas!
Los escribas eran especialistas en cuestiones
religiosas, dedicados desde niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad
y gozaban de enorme respeto entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su
ciencia, sino en su apariencia externa y sus pretensiones. La descripción que
ofrece de ellos no puede ser más irónica, incluso cruel. Forma de vestir
(amplios ropajes), presunción (les gustan las reverencias en la calle), vanidad
(buscan los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes), codicia
(devoran los bienes de las viudas), hipocresía (con pretexto de largos rezos).
Todo esto es completamente contrario
al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por
eso los amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».
No es preciso añadir que los discípulos le
hicieron poco caso a Jesús y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo
reverencias y besos de anillo, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de
viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir:
«Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque
debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.
Elogio de la viuda
En la 1ª lectura y en la segunda parte del
evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús).
Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse
en los siguientes detalles:
¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo,
mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha
hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para
darles una enseñanza.
¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a
Elías y trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.
¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver
el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.
La enseñanza silenciosa de la
viuda
Los relatos anteriores de Marcos (que no se han
leído en las misas del domingo) han ido presentando una serie de personas y
grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más
diversas: su autoridad, el pago del tributo al César, si hay resurrección de
los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta
viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se
interesa por Jesús; sólo le
preocupa saber que hay gente pobre a la que ella puede ayudar con lo poco que
tiene.
La viuda es un símbolo magnífico de tantas
personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero se preocupan por la
gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Y la
preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega todo lo que tiene.
Jesús, que no la llama para hablar con ella e
invitarla a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de
ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que
intentar convertirlas a toda costa. En los tiempos que corren, de tanta
necesidad para tanta gente (pienso sobre todo en los damnificados por la DANA
en Valencia), el evangelio de este domingo nos da mucho que pensar y que rezar.
A bote pronto:
1. Me quedo anonadado. Hay gente, personas
sencillas de cuya religiosidad popular me he reído…o he participado en las
risas. Me arrepiento.
2. Porque Jesús lo que ve, no son
las apariencias (¡y nos
gustan tan tanto!) sino el corazón.
Ahí tengo dentro que trabajar y asear. Y a fondo.
3. He tenido la suerte ( o la gracia de Dios) de
haber conocido a esta viuda. En
Torreblanca, Sevilla, y se llamaba Ana, Los que la vieron dentro y fuera de la
iglesia saben lo que digo. A diferencia de esta viuda del evangelio de hoy,
ella no recibió milagros de Jesús aparatosos, visibles. Ni siquiera tuvo
homenajes, ni aplausos. Callada, menuda, acompañaba en la visita a los
enfermos, primera en barrer, acompañar; cierto que era una de las “chicas
de oro” de la Hermandad de los Dolores, pero a menos que hablaras con alguien
del barrio, descubríamos con sorpresa, admiración, como algo grandioso e
inaudito… Ese era el milagro. La sonrisa de los enfermos, ese era el milagro.
El cariño de las miradas de jóvenes y mayores, ese era el milagro.
Escondido, sin alharacas, como ella era.
4. Y si recordábamos su historia, mucho más
milagro… prodigioso.
5. Necesitamos, en medio de este mundo que nos
agobia, muchas Anas. Yo sé mucha más teología que ellas (o ellos). Tengo más
seguridad económica, más prestigio social, más llamadas por teléfono,
mássssss, pero me
falta su fe, su confianza total en Dios, su generosidad, su piedad sencilla,
humilde.
6. Berger escribió un libro magnífico: “Rumor de
ángeles” donde descubre la presencia-rumor callado de Dios en la civilización
actual. Pero – no recuerdo bien – no hablaba de las Anas… Y estas Anas, “haylas”,
no son rumor, son un DANA de Dios entre nosotros. Y las conocemos… pero no nos
damos cuenta de su paso entre nosotros.
7. Y Jesús se fija en ellas(os) ¡Felices los y las que son como ellas (ellos).
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"Ventana abierta"
OFREZCAMOS A DIOS LO MEJOR QUE TENEMOS
38 Decía también en su
instrucción: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje,
ser saludados en las plazas,
39 ocupar los primeros asientos
en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes;
40 y que devoran la hacienda de
las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más
rigurosa.
41 Jesús se sentó frente al arca
del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos
ricos echaban mucho.
42 Llegó también una
viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as.
43 Entonces, llamando a sus
discípulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que
todos los que echan en el arca del Tesoro.
44 Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir. (Mc. 12, 38-44)
Aquí, Jesús nos alerta también
hoy, y a nosotros, sobre el gusto natural y pegadizo por buscar los
honores y privilegios en nuestra vida ordinaria. Y, lo que es más
grave, el usar la religión y sus prácticas con afán de lucro. En otro
momento nos dijo Jesús: “cuando hagas limosna, que no
sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; que tu obra
buena, la sepa solo tu Padre del cielo y Él, que
ve en lo escondido, te recompensará”.
Jesús está sentado frente
al tesoro del Templo y observa, porque ve y lee lo que
cada corazón, que echa su limosna, tiene en sus intenciones:
los ricos echan mucho, pero una pobre, tan solo unas
monedillas. Y Dios que, ve en lo secreto, desenmascara la
ostentación de la limosna de los primeros. Una pobre viuda, en
cambio, no tenía que aparentar nada que no fuera su pobreza, por ello
se acerca al tesoro y pone lo poco que
tiene, pero que sabe que Dios lee su corazón, y
le da la alegría de “dar todo lo que tiene para vivir”. Confía que Dios a
sus fieles no les deja pasar hambre y espera en quien todo lo puede y la
ama. Detrás de su ofrenda está la conciencia de la grandeza
de Dios y su humildad ante ÉI, por ello, en un
acto de adoración, le entrega toda su vida.
Nuestro mundo gira en torno a sus dioses: el
poder, la fama y el honor, la ostentación, la
vanidad y las riquezas, provocando la soberbia de la vida.
Todo esto está, muchas veces, tentando ante los ojos de los
que sólo adoran a Jesucristo, el Único Dios
verdadero. ¡Él sí que era rico y, para mostrarnos el camino
del Cielo, se despojó de su rango divino!
El contraste de
estas dos ofrendas, llama a nuestra conciencia
para inclinarnos, con un empuje de la gracia, a
presentar lo mejor que tenemos ante
Dios. Si Él, que es rico, el Único rico, se
ofreció al Padre por amor nuestro, ¿no nos
parecen irrisorias nuestras ofrendas a Dios, ya sea a la hora de
darle cosas en los pobres, como al entregarle todo nuestro ser
para que Él haga y deshaga según sea de su agrado? Dios,
por su Hijo Jesucristo, es el Único que puede pedirnos
la vida. Primero, porque es suya al habernos creado con tanto amor. Y
segundo, porque si ÉI nos pide nuestro “todo”, es
porque quiere colmarnos con “su Todo”, que es
divinizarnos, llevándonos consigo a la vida eterna.
¡Dios mío, no nos dejes en nuestra natural
pobreza: enriquécenos con tus dones para que no tengas que lamentarte al
habernos dado todo tu Amor en tu Hijo Jesús! ¡Reconocemos,
con humildad, que sin Ti, no podemos hacer nada que nos lleve al
cielo!
¡No sabemos nada de tu infinita sabiduría, porque comparada con ella, “nuestros pensamientos son insustanciales” y torpes!... ¡Pero contigo crecerá en nosotros tu prudencia, y el don de temor hará que nuestra palabra se transforme en tu Palabra, y nuestro amor flojo será la habitación del Espíritu Santo, tomando posesión en nosotros y en los demás! ¡Señor, enséñanos a orar, para vivir tu Vida! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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RENUNCIAR A TODO, PARA SEGUIR A JESÚS
25 Caminaba con él mucha gente, y
volviéndose les dijo:
26 «
Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a
sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser
discípulo mío.
27 El que
no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
28 «
Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta
primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla?
29 No sea
que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo
vean se pongan a burlarse de él, diciendo:
30
"Este comenzó a edificar y no pudo terminar."
31 O ¿qué
rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si
con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él con 20.000?
32 Y si
no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de
paz.
33 Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío. (Lc. 14, 25-33)
Al hablar sobre seguir a Jesús, llevando la
cruz, es algo que tiene que ser muy ungido por
el Espíritu Santo, pues no hablamos de cosas que nuestro
entendimiento asimila y nuestra voluntad desea, naturalmente.
Pero Jesús nos lo propone porque no hay otro camino de seguirlo.
Decía también a la gente: “ muchos dirán en aquel
día: “¡hemos comido y bebido contigo y tú has
predicado en nuestras plazas!”. Pero ÉI les dirá: “¡apartaos
de mí porque no os conozco!”.
En ese día no nos salvará el
ver a Jesús, ni siquiera el escuchar
su Palabra, y tampoco el alegar que mi fe
es capaz de trasladar montañas por seguir a Jesús. Todo
esto está muy bien, pero he de preguntarme: “¿Y la cruz, mi
cruz, la que Jesús ha elegido para mí?”. Porque, todo
hombre y más todo cristiano, está marcado con el signo
de la cruz.
San Pablo lo entendió muy bien y aseguraba: “Dios
me libre de gloriarme si no es en la Cruz
de Nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un
crucificado y yo un crucificado para el mundo” (Gal. 6,14).
Para San Pablo, fiel siervo de Cristo, todas las cosas del mundo, las
que son buenas en sí, están clavadas en la Cruz de Cristo. Él renunció
a todo por amor nuestro, “sin
miedo a la ignominia”, y nosotros, puestos a sus
pies, en sus huellas, posponemos por Él a nuestros
padres, hijos, mujer y todos los bienes. Porque, entregándole todo, recibiremos
en su día cien veces más en todo esto y, en el Último
día, la vida eterna. En verdad, el
amor a la Cruz es un don precioso del Crucificado
que sólo lo regala a los que lo desean, con la gracia
de Dios y su esforzada voluntad amorosa; a los que aman
a Jesús más que a sí mismos. ¡No nos asuste o eche para atrás,
pues la Cruz, mi Cruz, está ungida por el Espíritu Santo con el amor y, el amor
hace fáciles todas las cosas, ¡aun las que me parecen imposibles! Tenemos
que aprender a ser discípulos de Jesús. El discípulo no sabe casi nada y a
veces empieza de cero. El aprender requiere escucha y docilidad
porque, “un discípulo, no es mayor que su maestro”. En el camino
de Jesús somos como niños y esto Jesús lo sabe. Y,
también esto, lo aprendió Él cuando adoctrinaba a sus
apóstoles: ¡Sus deseos desmedidos de gloria mundana y los equívocos
en la hora de entender su doctrina!
Tú, Señor Jesús, ¡danos en el día a día
toda tu comprensión y paciencia porque somos torpes y a veces constatamos que
no hablamos el mismo lenguaje que Tú! Y, es que, tú te
movías en el amor al Padre y, así, no había una sola repugnancia
en ti. El amor alejaba en todos
los “peros” e “incógnitas” sobre la voluntad de
tu Padre-Dios. Mas, te repetías con frecuencia: “¡Si para
esto he venido, para obedecerte en la acogida amorosa!”
¡Dame, Señor, tus ojos y sobre todo tu Corazón para entrar en el Misterio de la Cruz! ¡De tu mano y con tu Amor, creo Señor que lo vas a hacer porque me quieres! ¡Amén! ¡Amén!